7 Mayıs 2014 Çarşamba

Ciudad / Julio Cortázar

CIUDAD

Entro de noche a mi ciudad, yo bajo a mi ciudad
donde me esperan o me duelen, donde tengo que huir
de alguna abominable cita, de lo que ya no tiene nombre,
una cita con dedos, con pedazos de carne en un armario,
con una ducha que no encuentro, en mi ciudad hay duchas,
hay un canal que corta por el medio mi ciudad
y navío enormes sin mástiles pasan en un silencio intolerable
hacia un destino que conozco pero que olvido al regresar,
hacia un destino que niega mi ciudad
donde nadie se embarca, donde se está para quedarse
aunque los barcos pasen y desde el liso puente alguno esté mirando mi ciudad.

Entro sin saber cómo en mi ciudad, a veces otras noches
salgo a calles o casas y sé que no es mi ciudad,
mi ciudad la conozco por una expectativa agazapada,
algo que no es el miedo todavía pero tiene su forma y su perro y cuando es mi ciudad
sé que primero habrá el mercado con portales y con tiendas de frutas,
los rieles relucientes de un tranvía que se pierde hacia un rumbo
donde fui joven pero no en mi ciudad, un barrio como el Once en Buenos Aires, un olor a colegio,
paredones tranquilos y un blanco cenotafio, la calle Veinticuatro de Noviembre
quizás, donde no hay cenotafios pero está en mi ciudad cuando es su noche.

Entro por el mercado que condensa el relente de un presagio
indiferente todavía, amenaza benévola, allí me miran las fruteras
y me emplazan, plantan en mí el deseo, llegar adonde es necesario y podredumbre,
lo podrido es la llave secreta en mi ciudad, una fecal industria de jazmines de cera,
la calle que serpea, que me lleva al encuentro con eso que no sé,
las caras de las pescaderas, sus ojos que no miran y es el emplazamiento,
y entonces el hotel, el de esta noche porque mañana o algún día será otro,
mi ciudad es hoteles infinitos y siempre el mismo hotel,
verandas tropicales de cañas y persianas y vagos mosquiteros y un olor a canela y azafrán,
habitaciones que se siguen con sus empapelados claros, sus sillones de mimbre
y los ventiladores en un cielo rosa, con puertas que no dan nada,
que dan a otras habitaciones donde hay ventiladores y más puertas,
eslabones secretos de la cita, y hay que entrar y seguir por el hotel desierto
y a veces es un ascensor, en mi ciudad hay tantos ascensores, hay casi siempre un ascensor
donde el miedo ya empieza a coagularse, pero otras veces estará vacío,
cuando es peor están vacíos y yo debo viajar interminablemente
hasta que cesa de subir y se desliza horizontal, en mi ciudad
los ascensores como cajas de vidrio que avanzan en zig-zag
cruzan puentes cubiertos entre dos edificios y abajo se abre la ciudad y crece el vértigo
porque entraré otra vez en el hotel o en las deshabitadas galerías de algo
que ya no es el hotel, la mansión infinita a la que llevan
todos los ascensores y las puertas, todas las galerías,
y hay que salir del ascensor y buscar una ducha o un retrete
porque sí, sinrazones, porque la cita es una ducha o un retrete y no es la cita,
buscar la dicha en calzoncillos, con un jabón y un peine
pero siempre sin toalla, hay que encontrar la toalla y el retrete,
mi ciudad es retretes incontables, sucios, con portezuelas de mirillas
sin cerrojos, apestando a amoníaco, y las duchas
están en una misma enorme cuadra con el piso mugriento
y una circulación de gentes que no tienen figura pero que están ahí
en las duchas, llenando los retretes donde también están as duchas,
donde debo bañarme pero no hay toallas y no hay
donde posar el peine y el jabón, donde dejar la ropa, porque a veces
estoy vestido en mi ciudad y después de la ducha iré a la cita,
andaré por la calle de las altas aceras, una calle que existe en mi ciudad
y que sale hacia el campo, me aleja del canal y los tranvías
y por sus torpes aceras de ladrillos gastados y sus setos,
sus encuentros hostiles, sus caballos fantasmas y su olor de desgracia.

Entonces andaré por mi ciudad y entraré en el hotel
y del hotel saldré a la zona de los retretes rezumantes de orín y de excremento,
o contigo estaré, amor mío, porque contigo yo he bajado alguna vez a mi ciudad
y en un tranvía espeso de ajenos pasajeros sin figura he comprendido
que la abominación se aproximaba, que iba a ocurrir el Perro, y he querido
tenerte contra mí, guardarte del espanto,
pero nos separan tantos cuerpos, y cuando te obligaban a bajar entre un confuso movimiento
no he podido seguirte, he luchado con la goma insidiosa de solapas y caras,
con una guarda impasible y la velocidad y campanillas,
hasta arrancarme en una esquina y saltar y estar solo en una plaza del crepúsculo
y saber que gritabas y gritabas perdida en mi ciudad, tan cerca e inhallable,
pero siempre perdida en mi ciudad, y eso era el Perro era la cita,
inapelablemente era la cita, separados por siempre en mi ciudad donde
no habría hoteles para ti ni ascensores ni duchas, un horror de estar sola mientras alguien
se acercaría sin hablar para apoyarte un dedo pálido en la boca.

O la variante, estar mirando mi ciudad desde la borda
del navío sin mástiles que atraviesa el canal, un silencio de arañas
y un suspendido deslizarse hacia ese rumbo que no alcanzaremos
porque en algún momento ya no hay barco, todo es andén y equivocados trenes,
las perdidas maletas, las innúmeras vías
y los trenes inmóviles que bruscamente se desplazan y ya no es andén,
hay que cruzar para encontrar el tren y las maletas se han perdido
y nadie sabe nada, todo es olor a brea y a uniformes de guardas impasibles
hasta trepar a ese vagón que va a salir, y recorrer un tren que no termina nunca
donde la gente apelmazada duerme en las habitaciones de fatigados muebles,
con cortinas oscuras y una respiración de polvo y de cerveza,
y habrá que andar hasta el final del tren porque en alguna parte hay que encontrarse,
sin que se sepa quién, la cita era con alguien que no se sabe y se ha perdido las maletas
y tú, de tiempo en tiempo, estás también en la estación pero tu tren
es otro tren, tu Perro es otro Perro, no nos encontraremos, amor mío,
te perderé otra vez en el tranvía o en el tren, en calzoncillos correré
por entre gentes apiñadas y durmiendo en los compartimientos donde una luz violeta
ciega los polvorientos paños, las cortinas que ocultan mi ciudad.

Julio Cortázar — (62 Modelo para armar, 1968)





ŞEHİR

gece girerim şehrime, gece inerim
orada kah beklerler kah atlatırlar beni, kaçmam gerekir ille de
iğrenç bir randevudan, artık adı olmayan bir şeyden
parmaklara, bir dolaptaki et parçalarına
bulamadığım bir duşa verilmiş randevudan, yağmurlar iner şehrime
şehrimin bağrını bir kanal böler
dayanılmaz bir sessizlikle geçer koca, direksiz gemiler
bildiğim ama geri dönüştür unuttuğum bir kadere
şehrimi inkar eden bir kadere doğru
kimse binmez oradan, bir kişi bekler
gemiler geçse de, düz güverteden biri baksa da şehrime

nasılını bilmeden girerim şehrime, bazen başka geceler
sokaklara ve evlere çıkarım ve bilirim ki onlar benim şehrim değil
içimi buran o beklentiden anlarım şehrimi
korku değil; ama onun şeklinde, onun köpeği ve benim şehrimse eğer
bilirim bir pazar yeri olacak, kapı araları, meyve tezgahları
kimbilir nerde gözden kaybolan tramvayın titreyen rayları
öyle bir yer ki gencim ama şehrimde değil, buenos aires'teki el once gibi bir yer
okul kokusu, huzurlu duvarlar
boş beyaz bir anıt mezar, calle veinticuatro de noviembre
belki, orada hiç anıtmezar yok ama geceyi vurdu mu zaman benim şehrimdir yeri
bir kehanetin buğusunu yoğunlaştıran pazar yerinden giriyorum
hala kayıtsız kehanet, iyicil bir kötülük, meyveci kadınlar bana bakıyorlar
ve içimde bitki arzusu
beni gitmem gereken bir yere gitmeye ve çürümeye yerleştiriyorlar
çürüyen şeyler şehrimin gizli anahtarı, boktan bir balmumu yasemin endüstrisi
sürünüp giden cadde
beni bilmediğim bir şeyle buluşmaya götüren balıkçı kadınların yüzleri
bakmayan gözleri ve caddenin yeri
ve sonra otel, sadece bu gecelik çünkü yarın ya da başka bir gün başka bir otel olacak
benim şehrim sonsuz otellerdir ve hep aynı otel
tropik verandalı, bambu panjurlu ve ince sinek telli ve kimyon ve safran kokulu
odalar birbiri ardına temiz duvar kağıdı kaplı, hasır koltuklu
ve pembe tavanlarda vantilatörler, hiçbir yere açılmayan kapılar
vantilatörlü ve kapılı başka odalara açılan kapılar
buluşmalarda gizli bağlantılar
ille de girmek ve geçmek zorundasındır terk edilmiş oteli
bazen bir asansörle, şehrimde boldur asansörler, hep bir asansör vardır
şimdi içinde korkunun pıhtılaştığı; ama boştur başka zamanlar
en kötüsü boş olduklarında sonsuz bir seyahate çıkmaktır içlerinde
ta ki yukarı çıkmayı bırakıp şehrimde yanlamasına kaymaya başlayana kadar
zigzaglar çizerek ilerleyen cam kutular gibi asansörler
iki bina arasındaki köprüden geçer ve şehir aşağıda açılır, başdönmesi artar
çünkü tekrar gireceğim otelin ya da artık otel olmayan bir şeyin
ıssız koridorlarında, o sonsuz malikane
bütün asansör ve kapılarla, bütün koridorlarla gidilen
çünkü nedeni yoktur çünkü randevu
bir banyo ya da tuvalettir, bir randevu değil
ayağında şortun bir banyo aramaktır, elinde bir kalıp sabun bir de tarakla
ama hep havlusuz, havluyu ve tuvaleti bulmak zorundasın
şehrim sayısız kirli tuvalettir, kapılarında dikiz delikleri
kilitsiz, amonyak kokulu ve duşlar
pis zeminli koskoca bir odadadır
ve bir insan trafiği geçer içlerinden, şekilsiz insanlar
ama orada duştadırlar, duşların yanındaki tuvaletleri doldururlar
ben de orada yıkanmak zorundayım ama hiç havlu yok
tarakla sabunu koyacak, giysilerimi asacak yer de yok; çünkü bazen
şehirde giysilerim vardır ve duş alıp randevuya gideceğim
şehrin yüksek kaldırımlarından geçeceğim, şehrimdeki bir caddeden
kırlara giden, beni kanaldan ve tramvaylardan uzaklaştıran bir caddeden
hantal parke taşları ve çitler boyunca
düşmanca tesadüfleri, hayalet atları ve talihsizlik kokusu boyunca

sonra şehri geçer otele girerim
ya da otelden, sidik ve dışkı kokan tuvaletler mıntıkasına
ya da sana gelirim, sevgilim; çünkü bir keresinde senle gitmişimdir şehre
yabancı, şekilsiz yolcularla dolu bir tramvay içinde
anladım bulantının geleceğini, köpeğin olacağını ve denedim
seni kendime bastırmayı, korkudan korumayı
ama pek çok gövdeler girdi aramıza ve şaşırtıcı bir hamleyle seni aşağı ittiklerinde
takip edemedim, iğrenç kucaklar ve yüzler sakızıyla savaştım
duygusuz bir kondüktörle, süratle ve zillerle
kendimi kurtarıp bir köşeye attım sonunda, güneşbatımı bir meydanda yalnızdım
ve biliyordum bağırdığını, şehrimde kaybolduğunu
çok yakın ama bulunmaz olduğunu
ebediyen kaybolmuştun şehrimde, köpek buydu işte, randevu buydu
cazibesiz bir randevu, ebediyen ayrılmıştık şehrimde
ne otel ne asansör ne duşlar olacaktı senin için, bir yalnızlık korkusu
birisi konuşmadan yanına gelip solgun parmağını ağzına kaparken

ya da diğer seçenek, şehrime bir gemiden bakmak
kanaldan geçen direksiz gemiden, bir örümcek sessizliği
ve ulaşamayacağımız bir yere doğru ağırlaştırılmış bir gidiş
çünkü öyle bir an gelir ki hiç gemi kalmaz, her şey garlar ve yanlış trenlerdir artık
kayıp valizler, sayısız yönler
ve yerine birden yenisi konan trenler, gar yoktur artık
treni bulmak için karşıya geçmelisin ve valizler kayıp
ve kimse bir şey bilmez, her şey katran
ve duygusuz kondüktörlerin üniformaları kokar
hareket halindeki o vagona çıkana kadar ve hiç bitmeyen bir trende yürürsün
birbirine yanaşmış insanların yorgun mobilyalı odalarda uyuduğu
kara perdeli odalarda ve toz ve bira soluduğu
ve trenin öbür ucuna gitmeye mecbur olacaksın; çünkü orada bir yerde
kim olduğunu bilmediğin biriyle buluşacaksın
bilinmeyen biriyle bir randevu ve kayıp valizler
ve sen, zaman zaman, istasyondasın da; ama trenin
başka bir tren, köpeğin başka köpek, hiç buluşamayacağız sevgilim
seni yine kaybedeceğim ister tramvayda ister trende olsun, ayağımda şort koşacağım
kompartımanlarda uyuyan kalabalık arasında, menekşe rengi bir ışık
köreltecek o tozlu kumaşı, şehrimi gizleyen perdeleri

Julio Cortázar — (62 Maket Seti, 1968)


Julio Cortázar


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